miércoles, 11 de junio de 2014

CHOQUE CULTURAL

Vuelo de KLM. Origen: Amsterdam. Destino: Buenos Aires.
Una señora mayor, como tantas que seguramente el lector conozca, aburrida y saturada de snobismo, trata de entablar conversación con un azafato cuyo español no pasa de las necesidades laborales. El tema de conversación es "La Reina".
-Ah, sí- se ufana el azafato. -Queremos mucho la reina. Es buena.-
La señora se hincha de orgullo patrio.
-Sí, sí. La queremos mucho- continúa el holandés eligiendo trabajosamente las palabras. -A su familia, no. A ella la queremos mucho. A su famillia no.-
El hombre se expresa con frases proteicas. Quizá la expresión dibujada de repente en el rostro de la señora lo induzca a suponer la necesidad de aclarar lo dicho, pero, a falta de vocabulario, no encuentra otro recurso que repetir y acompañar con señas varias:
-Ella es buena. La queremos mucho. A su familia, no.
La señora se ha desorientado un momento, pero no parece dispuesta a arredrarse. Muchas son las mentiras que las malas lenguas esparcen por el mundo cuando de gente bien se trata. El azafato será, seguramente, una de esas almas simples que se dejan llevar por chismes y habladurías, pero no parece una mala persona.
-No, no es así- arguye condescendiente, -son buena gente. Él (seguramente se refiera al padre), todos los días saca a pasear el perro.-
El azafato pone la mejor cara de cortesía y asiente con la cabeza. Está claro que no entendió ni medio, pero no es posible afirmar si fue a causa del rudimentario español, de la discutible coherencia en las palabras de la señora, de la inevitable distancia que existe entre las interpretaciones que a un mismo hecho darán individuos provenientes de culturas diversas, o por una combinación de todos esos motivos más otros no enumerados. Frunce el seño, pero no en señal de enojo, parece concentrado en sus pensamientos. Al cabo de un par de segundos, el rostro se le ilumina, toma aire y expone con energía.
-La queremos mucho... Ayuda los pobres. Quiere los pobres. Es buena con los pobres...
A cada afirmación, la señora asiente en señal de aprobación. Un reina, una verdadera reina, únicamente lo es en el amor de su pueblo, y este hombre declara esa idolatría como nunca lo harían los negritos de la tierra en que la Reina vino al mundo.
-Sí,sí.- repite incansable el súbdito de los reyes holandeses, -Mucho cuida ella los pobres, quiere los pobres.
Se detiene un instante, administra la pausa como un veterano actor, observa a nuestra compatrota con aire triunfal y declara contundente
- ¡Es nuestra Evita!.
Quien esto me cuenta, refiere que hizo todo lo posible por controlar la carcajada, pero, a pesar de haberse tapado la boca con las dos manos, un ruido nasal inconfundible se le escapó con fuerza tal que nadie a su alrededor pudo evitar oírlo.
Difícil es saber cómo se lo habrá tomado el azafato holandés, pero pocas dudas caben sobre la reacción de la señora mayor.
La irrefrenable hilaridad de nuestra casual observadora nos dejará sin develar el desarrollo incierto de esta amable conversación. Habrá que dejar volar la imaginación, según los gustos, la experiencia y, por qué no, los prejuicios de cada quién.

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